Yo.
Lo de fuera, el cascarón. Lo de dentro, el corazón
Prosa.
Porque la vida no siempre rima.
Poesía.
Aunque hay días que todo es una alegría
Sentimientos.
Y hay que compartir lo que nos hace ser feliz

El dinero engulló la democracia

Everiano
dinero engulle democracia


El fantasma del odio al prójimo, al diferente, ese que odia la igualdad entre semejantes, vuelve a recorrer Europa. Parecía que le habíamos olvidado después de un siglo de desastres, más o menos famosos, que casi acaban con la forma de vivir por la que durante mucho tiempo se luchó. Y gracias a esa lucha volvimos a ser libres, porque al odio y a la xenofobia solo se la combate desde la unión, desde el amor a los demás, demostrando que por diferentes que seamos, todos queremos vivir en paz y armonía. Al final, la parca siempre nos alcanza por mucho que luchemos contra ella y entonces ¿por qué no dedicarnos a vivir y dejar vivir felices a todos y a uno mismo?

Ese fantasma parecía olvidado, estaba muerto y enterrado. Murió con los últimos estertores de un dictador hispano que al final solo pudo vivir en su sueño de un mundo “bien ordenado” desde una cama de hospital. Porque en la calle todo hacía presagiar que el odio “perse” de unos contra otros solo por unas ideas se estaba difuminando poco a poco. Eso sí, por delante se llevó a mucha gente henchida de orgullo  por luchar por una democracia, con defectos (como todas), pero democracia al fin y al cabo. 

Pero aún así, el tiempo puso la razón en su sitio, y como éste no entiende de injusticias y engaños, logró hacer que se pudiera crear una unión de personas, a partir de todo lo que nos hacía iguales, dejando para casa las cosas que nos hacían diferentes.

Y bajo este respeto a las diferencias que nos hacen únicos, transcurrió el final del siglo precedente al actual, y el inicio de éste. Todo eran risas y halagos, golpecitos en la espalda y chistes malos. Dinero a espuertas, gente sumida en la inopia de pensar que la felicidad adquirida había sido gratuita, que lo que lo que ahora se disfrutaba lo habían ganado ellos por sus buenas decisiones económicas y su saber estar, que la historia nunca se repite y nada de lo anterior volvería a pasar.

Y en estas estábamos mientras el ser humano, que es un animal demasiado vago para el puesto que ocupa en la pirámide evolutiva, dejaba sus funciones en manos de otros que, seguro que lo harían bien, porque "era gente con estudios", racionales y que llegado el caso, sabrían darles la razón a los que pusieron tanto poder en sus manos. Además, con el dinero que cobraban y se llevaban por medio, seguro que tenían que ser los mejores en los que poner su confianza, porque en el fondo, a todos nos gusta el poder de delegar.

Y el fantasma se fue gestando…. y solo unos pequeños grupúsculos de personas vieron que lo que se hacía no era bueno. Pero al final, los galos no podían contra el imperio que se avecinaba.

¡Y llegó el día! los que tomaban decisiones, en su nube de color de rosa, y con los bolsillos de color quinientos decidieron que la gente había vivido por encima de sus posibilidades. Que ya era hora de terminar con el sueño de que todos podemos vivir en paz con una redistribución justa del dinero que nos permitiese a todos ser felices. Que se acababa aquello de hacer que los pobres se creyesen ricos, de terminar con la idea de que los obreros pudiesen tener casas más caras que las del patrón, que tuviesen mejores coches… Es justo decir que en el fondo fuimos estúpidos. Quisimos olvidar la historia del ser humano, en la cual los ricos y poderosos nunca se acuerdan del dolor de los débiles y necesitados. Regaron nuestras mentes débiles con el falso olor del dinero y nosotros nos dejamos embriagar por el olor a casa, coche, piscina, nuevo. 

Lo más importante que pudo aprender el capitalismo en este tiempo fue que, mientras el pobre tenga trabajo y dinero para el día de hoy, no mirará el mañana. Que mientras crean que pueden tener todo lo que desean a base de esforzarse, aunque realmente no puedan tenerlo, serán felices y callarán mirando las perdices que comen otros.

Y entonces resultó que empezamos a darnos cuenta de nuestros errores. Fuímos como Ícaro, pero nosotros sobrevivimos para mirar nuestras alas y ver la cera fundida. Y al olor de esa cera fuimos viendo que nosotros habíamos delegado en gente que había delegado, y que esta capacidad de elección acabó en un paraíso fiscal donde las personas físicas no podríamos, ni en nuestros mejores sueños, acceder.

En el momento en el que vemos lo que ocurre, hacemos lo lógico, echamos mano de esta democracia tan estupenda que nos habíamos (¿o habían?) dado, y nos damos cuenta de que en nuestra obsesión por delegar, por ser los “jefes”, hemos firmado un cheque en blanco para que otros puedan inhabilitar nuestras decisiones. No de manera directa, sino de la manera más cruel, dejándonos sin alimentos. Sin alimentos sí, porque al final, en el sistema capitalista, el que no tiene dinero no come, y como es ley de vida, el que no come, muere.

Nos sentimos aterrados, todos sabíamos el problema pero nadie sabía la solución….¿qué hacemos? se preguntaba la gente en las tabernas ¿qué nos dejarán hacer? se preguntaban los políticos en los parlamentos. Estos últimos, sabían de sus continuos errores en el pasado, pero reconocerlos, solo les traería un futuro de militantes del sector laboral, y no estaban dispuestos a permitirlo.

Inventaron mil locuras, pusieron mil excusas y ninguna funcionó. Apareció gente con ideas novedosas, estudiosos jóvenes que creían haber hallado la solución. Pero al igual que un padre no hace caso a su hijo de 15 años, por no tener experiencia, éstos dinosaurios políticos que habían vendido su alma al diablo, les ningunearon y les trataron como a idiotas.

La gente se empezó a cansar, se dio cuenta que el fantasma había cobrado forma, en la mente de muchos políticos que decidieron echarle la culpa a los que no eran como ellos, los que no eran de su "raza". Y esta se dio cuenta de que el fantasma estaba en lo más profundo de los sistemas capitales del país. Vieron que no les quedaba otra posibilidad, y se echaron a la calle (sin armas, mejorando el pasado de la humanidad y haciendo comprender a estudiosos de la historia, que quizás a veces la esta toma senderos novedosos). Y en la calle, abrieron los ojos y vieron lo más cruel de la sociedad. Esas personas sin techo, ese cuarto mundo que no tiene nada, esas personas apartadas por ser diferentes, esos refugiados que escapan del país que aman porque allí la libertad hace tiempo que se casó con el “orden correcto y la seguridad”, y al ver eso la gente se sintió reconocida, por fín miraron al futuro, y vieron que el señor que recogía comida caducada en su contenedor podía ser él en pocos meses, que el extranjero en su país hubo un tiempo que no fue tan diferente como lo era él actualmente.

Y empezaron, por fin, los movimientos que exigían que la democracia volviese a ser cercana y no delegada. Que las decisiones se tomasen en torno a una mayoría amplia, en la calle  y no en el despacho. Que se escuchase la voz del pueblo, porque creían, que dentro del sistema capitalista puede haber un reparto más justo que no haga que unos tengan que inventar números matemáticos para poder nombrar el capital de su patrimonio mientras otros comen de la basura. No son comunistas, ni anarquistas, ni socialistas….son solo demócratas que quieren que el pueblo sea el que decida su destino, y no un banquero en Zurich o un político amancebado en Munich. Porque ¿cómo puede decirme a mí un banquero alemán cuanta leche puedo producir y vender en mi país para consumo propio y a cuanto la tengo que vender? ¡Si ni siquiera me conoce, ni conoce mi situación ni la de mis vecinos, y mucho menos conoce mi ganado!

No es un problema de la globalización, sino de respetar las decisiones de las diferentes culturas, creencias y pueblos. De permitir a cada persona que sea el dueño de su destino. De tener una democracia cercana y verdadera en la que las personas puedan influir en las decisiones que atañen sus vidas. De olvidar el fantasma del “orden” xenófobo y racista que lleva al odio al diferente, y abrazar el respeto y el cariño por los que son y piensan diferentes. De conseguir un reparto justo de los recursos para que todos podamos VIVIR.


En un mundo distinto todos podríamos ser iguales ¿por qué no en éste?

Todos somos iguales, como ovejas carnívoras.

Everiano
   
   Eres distinto, tú lo sabes y te encargas de hacérselo saber al mundo. Él es distinto a ti e igual a los demás que no te entienden.

   Él se siente distinto, tú no le entiendes y menos los que son como tú.

   Los demás son distintos a vosotros. O al menos, eso creen...

   ¿Nunca te has parado a pensar que lo que nos hace a todos iguales es el deseo de ser distintos?¿de diferenciarnos del resto?¿de marcar una tendencia propia en nuestra vida, aunque sea cambiando un pequeño detalle que nos diferencie de ese que intentamos copiar?

   Todos intentamos ser mejores que el resto, destacar, diferenciarnos. Los que son buenos, porque intentan ser los mejores, los que son malos, intentan ser los peores, los que pasan su vida en el sofá escribiendo en internet, bueno.... esos ni lo intentan.

   A lo mejor en nuestro ADN está escrito que debemos ser diferentes para evolucionar, y sin embargo, el ADN de todos siempre tiene los mismos componentes. Los mismos....las mismas cosas....el mismo material que nos llama ser diferentes es lo que nos iguala.

  Lo mismo solo somos ovejas....o lobos.....o.....

OVEJAS CARNíVORAS



ovejas carnivoras

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